Pienso, luego existo, pero ¿qué papel juega la reflexión en la práctica docente?
Existen muchas definiciones de reflexión. Se trata de un concepto complejo, que puede ser abordado desde diferentes puntos de vista. Personalmente, me gusta mirar las cosas desde diferentes perspectivas así que no me puedo quedar con una sola definición. Prefiero integrar diferentes modelos, acogiendo los elementos que considero más útiles para la práctica docente.
La definición escogida como punto de partida es la de Jay y Johnson (Llopis, 2017):
Proceso a la vez individual y colaborativo. Incluye la experiencia y la incertidumbre. Consiste en identificar preguntas y elementos clave de un tema significativo y en convertir los pensamientos en diálogo con uno mismo o con los demás. A través de la reflexión se alcanza nuevas aclaraciones bajo las cuales se basan los cambios de acción o disposición. Surgen nuevas preguntas de forma natural y el proceso sucede de forma espiral.
Me gusta esta definición porque es la que me parece más global, más práctica (parte de la experiencia), más positiva (no solo se centra en los problemas sino sobre todo en las preguntas), más integradora (combina lo individual y lo colaborativo) y más transformadora (el proceso culmina en cambios). Además, entiende el proceso en espiral, es decir, que nunca se acaba. Es un proceso continuo. Eso sí, también es importante sistematizarlo.
Además, creo conveniente señalar aportaciones de otros teóricos que me han inspirado:
- Tate y Mills (LLopis, 2017), definen la reflexión como una “experiencia de aprendizaje” que requiere observar las “diferentes perspectivas del problema”. No olvidemos que el docente está inmerso en el proceso educativo y también aprende. No olvidemos tampoco que el proceso educativo es complejo en esencia y nunca se puede limitar a un área o perspectiva. Es un proceso integral.
- Ryan (2015) entiende la “práctica reflexiva como un acto transformador”. Me interesa esa función trasformadora, que no puede quedar en papel mojado, que ha de pasar a la práctica e intervenir en la realidad, iniciando procesos de mejora. En esta misma línea, Kolb (1984) concibe el acto reflexivo como “un instrumento para la toma de decisiones”, un instrumento útil para la acción.
- Gibbs (1988) asume que “el aprendizaje se da mediante la acción (aprender haciendo)” y, además, incluye a la reflexión como parte de ese aprendizaje experiencial, para generar una integración más significativa. También, defiende que las reflexiones han de incluir a los sentimientos. Esta visión es importante porque muchas veces olvidamos que el proceso educativo es también un proceso emocional. De hecho, emociones y sentimientos pueden potenciarlo, facilitarlo o limitarlo y bloquearlo.
Tras la revisión realizada, creo que soy más consciente del papel que ejerce la reflexión en la función docente. De hecho, creo que no es solo un concepto o un constructo teórico sino que, sobre todo, es una herramienta de utilidad práctica que ayuda a tomar decisiones y, además, hace posible procesos de mejora.
El proceso reflexivo ha de ser una guía de la función docente, que ayude al profesional a valorar no solo los resultados, sino, sobre todo, los procesos educativos, ayudándole a darse cuenta de si su trabajo funciona, de si lo que propone ayuda a alcanzar los objetivos, de si el alumnado comparte esos objetivos, de si hay elementos motivadores o dificultades limitantes, de si se dispone de los recursos necesarios… Y un largo etcétera.
Entiendo la reflexión como la brújula que orienta a l@s maestr@s en un mundo complejo y en una tarea compleja como es la educativa.
A nivel práctico, cuando he podido intervenir en el aula, he observado los siguientes aspectos, que me han ayudado a reflexionar:
- La respuesta del alumnado: interés, participación, motivación, atención.
- Las propuestas y experiencias: qué materiales, en qué momentos, en qué espacios, con qué límites de funcionamiento, si permiten el trabajo autónomo, etc.
- Las emociones generadas: en el alumnado, en los docentes. Las sensaciones generales del docente al finalizar la sesión o propuesta: cómo te sientes, si estás satisfecho, contento o si te notas superado, cansado, etc…
- La dinámica grupal: conflictos, resolución, atención, escucha.
- Las necesidades del alumnado: en función de la edad.
- La globalidad de la propuesta: si trata diferentes ámbitos (cognitivo, corporal, social) y si hay un hilo conductor (que de coherencia).
- El feedback de alumnos y familias: si hay efectos de esa sesión o propuesta en otras áreas o situaciones.
Y hay muchos más, porque todos los aspectos relacionados con el proceso formativo, pueden ofrecer un punto de partida para la reflexión crítica.
Considero que todos estos aspectos pueden generar procesos de reflexión pero también de evaluación e investigación. Realizar estos procesos de forma consciente y sistematizada y compartir los resultados y conclusiones obtenidos, son una forma de aprendizaje y desarrollo profesional. Todas estas prácticas ayudan a mejorar el prestigio de la función docente.
Pero creo que no es fácil porque los docentes muchas veces no disponen ni del tiempo ni de la formación necesaria para poner en marcha estos procesos, que requieren de mucha dedicación y entrega.
Como idea, creo que los docentes necesitan más formación, más motivación y más tiempo.
La forma de conseguir todo esto requiere otro proceso reflexivo…
Mucha vocación por parte de los profesionales.
Y apoyo por parte de la Administración Pública.
Seguimos pensando, para mejorar, porque la educación, en esencia, es eso. Porque ya sabemos que “Pienso, luego existo”.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Kolb, D. (1984). Experiential learning: Experience as the source of learning and development. London: Prentice Hall.
Gibbs, G. (1988). Learning by doing: A guide to teaching and learning methods. Birmingham: Sced.
Llopis Nebot, M.A. (2017). Pensamiento reflexivo en el Prácticum I del alumnado de Grado de Maestro en Educación Primaria a través de diarios online (Tesis doctoral). Universitat Jaume I, Castellón.
Ryan, M. (ed.) (2015). Teaching Reflective Learning in Higher Education. A Systematic Approach Using Pedagogic Patterns. London: Springer.
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